martes, 30 de octubre de 2007

Siempre son dos

Entré en la habitación por pura necesidad. Un blanco espejismo fue interrumpido por un suelo oscuro y pegajoso. El estrecho ventanuco se sujetaba apenas de un ojo oxidado, y su desvanecido cuerpo pegado a la pared me permitió respirar levemente -el aire no se atrevía a terminar de invadir la estancia a través del hueco del ventano-.

Hasta ese momento nada extraño descubría en el destartalado retrete de la tasca. Fue un momento antes de comenzar a orinar, al levantar la tapa de la taza -yo levanto la tapa- descubrí dos moscas -¡Vaya ridiculez! diréis-. Pero es que no eran cinco o seis o doce o una o treinta y tres, eran dos. Dos moscas gordas y negras que zumbaban sin cesar alrededor de la taza. Una se posó en la blanca y fría cerámica del cagadero, y allí ¡zas!, mi periódico descendió a vertiginosa velocidad y la aplastó. La otra mosca desapareció o no quiso saber nada del asunto. Yo comencé a orinar a la par que alargaba el cuello hacia el hueco del ventanuco -respirar es prioritario-. Cuando tiré de la cadena, dos moscas gordas, negras, peludas, repelentes revoloteaban alrededor de la taza.

Siempre son dos. Y aguardan agazapadas en los retretes para burlarse de nuestra altanería, allí desmitificada, desmontada y mostrada en su más grosera facción animal.

Dos moscas grandes, gordas, negras y peludas unidas hasta que la muerte las separe.

Por ejemplo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay, a ver si comentamos este relato como se debe!
-Tema.
-Resumen.
-Campo semático.
:)

Desde luego, como muchas cosas tuyas, tu estilo al escribir es inesperado!

nathaniel dijo...

Joer con el cartero de Neruda! Muy buena descripción de las miserias humanas, sí señor.
¿Por qué tienen que ser tan desagradables las moscas? En general todos los insectos: son como pequeños robots despreciables.
En cuanto al nivel morfosintáctico...