martes, 30 de octubre de 2007

Siempre son dos

Entré en la habitación por pura necesidad. Un blanco espejismo fue interrumpido por un suelo oscuro y pegajoso. El estrecho ventanuco se sujetaba apenas de un ojo oxidado, y su desvanecido cuerpo pegado a la pared me permitió respirar levemente -el aire no se atrevía a terminar de invadir la estancia a través del hueco del ventano-.

Hasta ese momento nada extraño descubría en el destartalado retrete de la tasca. Fue un momento antes de comenzar a orinar, al levantar la tapa de la taza -yo levanto la tapa- descubrí dos moscas -¡Vaya ridiculez! diréis-. Pero es que no eran cinco o seis o doce o una o treinta y tres, eran dos. Dos moscas gordas y negras que zumbaban sin cesar alrededor de la taza. Una se posó en la blanca y fría cerámica del cagadero, y allí ¡zas!, mi periódico descendió a vertiginosa velocidad y la aplastó. La otra mosca desapareció o no quiso saber nada del asunto. Yo comencé a orinar a la par que alargaba el cuello hacia el hueco del ventanuco -respirar es prioritario-. Cuando tiré de la cadena, dos moscas gordas, negras, peludas, repelentes revoloteaban alrededor de la taza.

Siempre son dos. Y aguardan agazapadas en los retretes para burlarse de nuestra altanería, allí desmitificada, desmontada y mostrada en su más grosera facción animal.

Dos moscas grandes, gordas, negras y peludas unidas hasta que la muerte las separe.

Por ejemplo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Tom Waits - Hold On

Una buena muestra de este genial músico.

sábado, 6 de octubre de 2007

Enlaces con páginas web

Pues eso; que he colocado algunos enlaces que me parecen interesantes.

Exceptuando la primera, el resto pueden ser útiles para nuestras preocupaciones filológicas.

Con un poco de tiempo iré agregando alguna más.

jueves, 4 de octubre de 2007

Al despeñarse

Del cielo frío bajan cuchillos,
gelatinas inolvidables abiertas por su filo.

Del frío cielo, sobre vertientes oscuras
de inhóspitos ríos silenciosos,
al despeñarse
pasa el silencio a la velocidad del vértigo,
pasa el vértigo a la velocidad de la quietud,
pasa la quietud... y pasa sola.
Así, la soledad abrasa las pupilas
de los ojos que ciegan las miradas
de las aves,
de los apremios,
de los suspiros
al despeñarse.